LA FELICIDAD A PARTIR DEL PENSAMIENTO DE SÓCRATES, PLATÓN,
ARISTÓTELES, EPICURO, EUDEMONISMO.
1-
ARISTÓTELES: Aristóteles sostiene que
todos los hombres están de acuerdo en llamar felicidad a la unidad presupuesta
de los fines humanos, el bien supremo, el fin último, pero que es difícil
definirla y describirla. Aristóteles rechaza que la riqueza pueda ser la
felicidad, pues es un medio para conseguir placeres o bien para conseguir
honores, pero reconoce que existen personas que convierten a las riquezas en su
centro de atención. Sin embargo, aunque estos bienes particulares no basten,
ayudan, y en esto Aristóteles mantiene una postura moral bastante desmitificada
y realista, el bien no puede ser algo ilusorio e inalcanzable. Sin ciertos
bienes la felicidad será casi imposible de alcanzar. Para Aristóteles la
felicidad humana se basa en la autorrealización dentro de un colectivo humano,
adquirida mediante el ejercicio de la virtud.
2-
PLATÓN: Para Platón la felicidad está en el
movimiento tranquilo, lo cual significa en el pensamiento griego la evolución o
cambio sereno de las cosas, incluidas las que afectan a la vida. Este autor
define diferentes tipos de bien en función de los tres tipos de alma que
identifica. Así habrá un bien que será el que afecte al alma concupiscible, que
es la que alberga los deseos. Otro que satisfaga al alma irascible que contiene
la valentía y la nobleza. Y un tercero que sea el que cubra las necesidades del
alma racional, que es la única inmortal de las tres y cuya virtud es la sabiduría,
que es lo que tiende a acercarse al mundo de las ideas que, para Platón, es el
único real. Estas tres aspiraciones se han de armonizar para conseguir la
felicidad.
3-
SÓCRATES: Para Sócrates, el hombre no puede alcanzar
la felicidad perfecta en la vida presente, aunque sí puede conseguir una
felicidad imperfecta y relativa. a felicidad no puede ser perfecta sino a
condición de ser completa, llenando todos los deseos y aspiraciones posibles
del hombre: es así que esto no puede verificarse en la vida presente, porque
cualquiera que sea la suma del bien que se posee, lleva consigo, cuando menos,
el temor de su pérdida en la muerte y con la muerte: luego repugna
absolutamente que la felicidad del hombre sea perfecta en la vida presente.
4-
EPICURO DE SAMOS: Para Epicuro la finalidad de la existencia
es conseguir una vida feliz, esto se logra mediante el placer y la misión de la
filosofía es tratar de evitar todos los obstáculos que puedan impedir esta meta
y mostrar el camino para alcanzarla. Epicuro consideraba que la felicidad
consiste en vivir en continuo placer. Este punto de su doctrina ha sido a
menudo objeto de malentendidos, pese a que Epicuro hace una cuidadosa
categorización de los placeres, indicando cuáles son recomendables y cuáles no.
Epicuro dice que “todo placer es un bien en la medida en que tiene por
compañera a la naturaleza”. Los placeres vanos no son buenos, porque a la larga
acarrearán dolor y no sólo son más difíciles de conseguir, sino además más
fáciles de perder. También habla de la importancia de poseer una virtud para
elegir y ordenar los placeres: la prudencia.
5-
EUDEMONISMO: Los eudemonistas afirmaban que para llegar a
la felicidad hay que actuar de manera natural. Es decir, con una parte animal
(bienes físicos y materiales), una parte racional (mente) y una parte social,
que se concretaría en practicar la virtud, que según Aristóteles se situaba en
el punto medio entre dos pasiones opuestas.
Los seguidores de
esta teoría ética afirmaban que no se puede ser siempre plenamente feliz. Los
eudemonistas pensaban que el placer era un complemento de la felicidad. La
propuesta principal del eudemonismo es "el bien es aquello que nos hace
felices y la felicidad es el aumento de nuestras fuerzas para obrar".
LA FELICIDAD SEGÚN EUDEMONISMO.
El eudemonismo era una corriente
filosófica que empezó en la antigua Grecia, y cuyo representante más destacado
fue Aristóteles.
En resumidas palabras, según ellos,
el objetivo supremo es la felicidad y para llegar a ella todo estaba permitido
y justificado.
Se ha considerado eudemonismo, al
hedonismo, la doctrina estoica, así como también al utilitarismo. Todas estas
doctrinas basan sus normas morales en la realización plena de la felicidad,
entendida como estado de plenitud y armonía del alma, diferente del placer y
pudiéndose presentar ésta de forma personal, como en Demócrito, Sócrates,
Aristóteles, Arístipo y la escuela cirenaica, el estoicismo o el neoplatonismo,
o bien de forma colectiva, como se estableció a partir de David Hume.
Entre los eudemonistas cabe destacar
a Aristóteles que fue uno de los primeros y el más importante, y además, a los
eudemonistas que afirmaban que para llegar a la felicidad hay que actuar de
manera natural. Es decir, con una parte animal (bienes físicos y materiales),
una parte racional (mente) y una parte social, que se concretaría en practicar
la virtud, que según Aristóteles se situaba en el punto medio entre dos
pasiones opuestas.
Los seguidores de esta teoría ética
afirmaban que no se puede ser siempre plenamente feliz. Los eudemonistas
pensaban que el placer era un complemento de la felicidad.
La propuesta principal del
eudemonismo es "el bien es aquello que nos hace felices y la felicidad es
el aumento de nuestras fuerzas para obrar".
Citamos un pensamiento característico
del eudemonismo en palabras de Aristóteles:
"Todas
las cosas obtienen su forma perfecta cuando se desarrollan en el sentido de su
propia excelencia (areté). […] Busquemos, pues, aquello que es propio sólo del
hombre. Hay que dejar de lado, por tanto, la vida en tanto que es nutrición y
crecimiento [puesto que ésta es propia también de los vegetales]. Vendría
después la vida en cuanto sensación; sin embargo, ésta la compartimos también
con el caballo, el buey o cualquier otro animal. Así que sólo queda,
finalmente, la vida en cuanto actividad de la parte racional del alma. […] El
bien supremo alcanzable por el hombre consiste en la actividad constante del
alma conforme a su excelencia característica, [su racionalidad]" (Ética a Nicómaco, I, 6 y 7).
Según Aristóteles, en este cumplimiento
de lo que más esencialmente le corresponde ser, alcanza el hombre la
"felicidad" (eudaimonía), que es el fin último que todos los hombres
persiguen. El hombre es feliz cuando realiza el "oficio de hombre",
esto es, cuando se comporta de acuerdo con aquello que le define como tal,
cuando vive "según la razón".