FRACTURAS VERTEBRALES.
Existen diversas formas de fracturas vertebrales: fractura del cuerpo vertebral, del arco vertebral o de las apófisis.
En los cuerpos vertebrales puede aparecer una fractura por aplastamiento (es decir, el cuerpo vertebral se colapsa), por estallido (parece que haya estallado) o en “gota de lágrima” (rotura del borde anterior o posterior de la vértebra). En casi la mitad de los casos la fractura vertebral afecta a una de las últimas vértebras dorsales o las primeras lumbares.
Las fracturas vertebrales suelen deberse al efecto de una fuerza muy intensa, salvo que hayan perdido densidad ósea (osteoporosis, atrofia ósea) o se hayan debilitado por alguna otra enfermedad (p. ej. un tumor maligno con metástasis en las vértebras).
Ocasionalmente las fracturas vertebrales pueden ser totalmente asintomáticas. Por regla general la zona afectada presenta dolor a la presión, a la percusión y a la compresión. Más raramente se observa un ángulo en la columna o un hueco entre dos apófisis vertebrales. A causa del dolor la movilidad de la columna suele estar limitada y además se adoptan posturas defensivas que acaban provocando contracturas musculares. Si también afecta a la médula ósea, aparecerán las disfunciones correspondientes a la lesión o incluso claudicaciones, como parálisis, trastornos de la percepción o reflejos anormales. Según la situación de la fractura vertebral y la magnitud de la lesión medular, en los casos más graves puede llegar a provocar una paraplejia completa.
¿Cuáles son las fracturas vertebrales más habituales?
Las lesiones de la columna vertebral pueden clasificarse en tres tipos:
- El tipo de lesión más frecuente y menos grave es la fractura-acuñamiento. Se caracteriza porque el cuerpo vertebral, habitualmente cuadrado, adquiere la forma de una cuña en su región anterior. Muy raramente se asocia a una lesión neurológica.
- El segundo tipo en frecuencia es la fractura-estallido. En esta fractura el cuerpo vertebral "estalla" en múltiples fragmentos. Suele ser debida a traumatismos de alta energía y no es infrecuente que se asocie a lesiones neurológicas ya que los fragmentos óseos pueden desplazarse al interior del canal raquídeo y comprimir las estructuras nerviosas. No obstante, la presencia de estos fragmentos dentro del canal no implica necesariamente que se haya producido o vaya a producirse una lesión neurológica.
- Por último, la forma más grave de lesión vertebral es la fractura-luxación. A consecuencia de traumatismos de muy alta energía, se rompen los ligamentos que unen a las vértebras entre sí, y dos vértebras contiguas pierden su relación. Esta pérdida de posición distorsiona también la forma del canal medular y, por dicha razón, en muchas de estas lesiones se produce una lesión de la médula espinal.
La fractura vertebral puede originarse por diversas causas: caídas, traumatismo en la espalda, accidente de trafico, aunque la causa principal es la osteoporosis.
La fractura vertebral en la región lumbar es debida generalmente a caídas en posición sedente de una altura no muy considerable, o caída sobre los pies de una altura mayor.
La sintomatología mas frecuente es el dolor, aunque puede pasar inadvertido, normalmente suele estar acompañado de contracción muscular que limita la movilidad vertebral. Los signos neurológicos deben ser interpretados como signos indirectos de una fractura de la columna, que además, casi con seguridad tiene el carácter propio de una fractura inestable. Su identificación es imperiosa, su pronóstico es inquietante al revelar inequívocamente un daño raquimedular. Signos neurológicos como paresia, hipoestesia, anestesia, alteraciones de los reflejos osteo-tendinosos, sobre todo si son asimétricos o progresivos, determinan un mal pronóstico y en muchas ocasiones indican terapias quirúrgicas descompresivas de urgencia.
Aun así debido a que la signología y la sintomatología son poco específicas, la clínica no es determinante, por lo que el estudio radiográfico es fundamental en el diagnóstico de estas fracturas.
Tratamiento:
En fracturas estables, sin signos neurológicos se opta por un tratamiento conservador, realizando reposo en cama durante unos 30 días de media, importante vigilar de cerca e instruir a familiares sobre la prevención de ulceras por presión, ya que el paciente presenta un deterioro de la movilidad y los puntos de apoyo en decúbito supino como talones, sacro, codos, escápulas y occipital son potencialmente zonas de riesgo. Importante valorar la piel, utilizar cremas hidratantes y en zonas de riesgo aplicar ácidos grasos hiperoxigenados (AGHO).
La lateralización en cama será siempre en bloque, como si el cuerpo del paciente fuera un tablón de madera, por tanto el paciente precisara de al menos una persona para realizar la acción, evitando así la torsión de la columna vertebral.
Importante valorar las deposiciones, peristaltismo abdominal, micción espontánea, movilidad en miembros inferiores, para descartar en todo momento una lesión raquimedular.
La hospitalización en condiciones normales no suele sobrepasar 7 días, el reposo y la analgesia intravenosa inicial alivian el dolor, por lo que el resto del reposo en cama es domiciliario, de ahí la importancia de instruir correctamente a paciente y familiares.
Una vez finalizado el reposo en cama se utilizara u dispositivo de ortesis llamado jewell, es un marco de hiperextensión que se ha de colocar siempre antes de levantarse con ayuda y de igual modo retirarlo una vez encamado.